“NUNCA NOS IMAGINAMOS QUE IBAN A ARMAR UNA VERDADERA CACERÍA”, DIJO EL FOTÓGRAFO QUE TOMÓ IMÁGENES EN LA MASACRE DE AVELLANEDA

El fotógrafo Pepe Mateos, presente aquel día y cuyos registros fueron claves para establecer responsabilidades en los asesinatos de los manifestantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a manos de efectivos de la Policía Bonaerense, remarcó hoy que la represión de aquel 26 de junio de 2006 fue “con balas de plomo”.

   “Lo que me acuerdo muy claramente son las balas de plomo. Yo estaba en el medio de la avenida Pavón, que coincide con el impacto que recibe Maximiliano. Ahí corrí a la estación, donde me encuentro el cuerpo de Maximiliano en el piso. ‘Está muerto’, me dije”, reveló Mateos en declaraciones al programa

“Contacto Noriega”, que conduce Adrián Noriega por radio AM La990.
   Kosteki y Santillán militaban en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) y tenían 21 y 25 años, respectivamente.

   El 26 de junio de 2002, durante una protesta y cacerolazo en el Puente Pueyrredón en medio de un estallido social en el país y contra las políticas de ajuste del gobierno de Eduardo Duhalde, que era presidente interino, fueron asesinados por el ex comisario Alfredo Fanchiotti y del ex cabo Alejandro Acosta en la estación de tren de Avellaneda que hoy lleva sus nombres.

   Ambos uniformados pertenecían a las fuerzas bonaerenses del por entones gobernador Felipe Solá.

   “Ya veníamos amenazadas por los ministros del gobierno de Duhalde. Recuerdo al jefe de gabinete Alfredo Atanasof diciendo que si cortábamos el puente era una declaración de guerra. Una guerra donde los únicos que estaban armados eran las fuerzas de seguridad. Nosotros íbamos con un plan de lucha y con un pliego de demandas que tenía que ver con la tremenda situación que vivíamos alrededor de 5 millones de trabajadores que habíamos quedado desocupados”, describió Orlando Agüero, referente Frente Popular Darío Santillán y presente en aquella jornada.

   Agüero recordó que, si bien esperaban una represión policial, aseguró que los manifestantes no sabían que la Policía los esperaba con balas de plomo.

   “Nunca nos imaginamos que nos iban a asesinar y que iban a armar una verdadera cacería. Recuerdo ese día sentir el sonido de los impactos a la altura de nuestros oídos, sentir como trazaban esas balas en el aire y fue algo terrífico como caían compañeras y compañeros”, precisó.